Solía buscar en la gente algún destello en los ojos
de lo que era yo.
Nadie parecía mirar a los demás,
no querían revelar su dolor.
Entonces entendí que lo podía percibir en sus manos,
y aquellos que las llevaban siempre escondidas
habían recogido más de mil pedazos
y ahora no se querían romper.
Por eso las velaban en sus bolsillos,
a salvo de otro huracán emocional.
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